Abrazos, que reconfortan, que alivian, que acompañan y emocionan, que ponen el alma, que calman, que funden, abrazos que ayudan a sobrevivir.
Ausencia, que duele, que entristece, que ahoga, que agoniza, que hunde, que lamenta, ausencia que enfría.
Desesperación, lágrimas, alma que encoje bañándose en llanto, punzada incesante, arrepentimiento y lamentos, palabras no dichas...
A través de las experiencias a prendemos a vencer y a perder.
Un tremendo impacto atraviesa el pecho como si fuera una lanza y notas el dolor insufrible de la herida abierta, en cada gota de sangre que se desliza de esa herida se te escapa la vida arrojándote al vació, notas como tus órganos se debilitan de golpe, intentas respirar y no hay aire a tu alrededor, intentas gritar desgarrado y no hay voz en tu garganta, intentas moverte y tus músculos no tienen tensión, intentas sentir, aunque solo sea rabia, pero te has dejado tu también el corazón en esa fría sala de hospital, intentas pero no consigues nada, solo que se olvide de ti la razón y que un desesperado grito te acompañe en cada segundo golpeándote el alma a hachazos, clavándote sus afiladas uñas permanentemente, sin cesar, arrancándote cada latido y poner en su lugar un atroz sufrimiento, un mar de lágrimas continuas que abrasan tu cuerpo hasta corroerlo por dentro sin alcanzar a llorar en realidad.
No hay momento que no recuerde a mi padre, lo extraño mucho, a pesar de todo me hace mucha falta.
Ya no hay discursos solemnes , solo hay silencio y vació, y me duele, y me siento triste y solo quiero gritar ¡Papá te extraño!, no sabes la falta que me haces , ayúdame ha no sentir esta soledad que me aprisiona el pecho, dame fuerzas porque me muero por dentro.
Y aquí estoy hoy, solo, sin saber muy bien como afrontar las cosas, sin saber muy bien que hacer, como actuar, como despojarme de este tremendo dolor, como volver a mi vida.
Y he de confesar algo tal vez insólito, y es que en estos momentos tan tristes y dolorosos deseé tener a Bea a mi lado, abrazándome, reconfortándome, prestándome su hombro, animándome a seguir adelante, queriéndome. Hay veces que el corazón se niega a desterrar los verdaderos sentimientos, los que escondemos.
Y cuando sucedió, cuando me acunó entre sus brazos, prisionero de mil caricias, cuando me miró fijamente diciéndome que ella estaba allí para lo que necesitara, recordé porque sigue latiendo mi corazón. Su calor , su dulzura, su calidez, ese aroma suyo, el único que me alivia, que me estremece, que me recompone. Desee que ese momento fuera eterno y que no existiera nada más en el mundo.
Ausencia, que duele, que entristece, que ahoga, que agoniza, que hunde, que lamenta, ausencia que enfría.
Desesperación, lágrimas, alma que encoje bañándose en llanto, punzada incesante, arrepentimiento y lamentos, palabras no dichas...
A través de las experiencias a prendemos a vencer y a perder.
Un tremendo impacto atraviesa el pecho como si fuera una lanza y notas el dolor insufrible de la herida abierta, en cada gota de sangre que se desliza de esa herida se te escapa la vida arrojándote al vació, notas como tus órganos se debilitan de golpe, intentas respirar y no hay aire a tu alrededor, intentas gritar desgarrado y no hay voz en tu garganta, intentas moverte y tus músculos no tienen tensión, intentas sentir, aunque solo sea rabia, pero te has dejado tu también el corazón en esa fría sala de hospital, intentas pero no consigues nada, solo que se olvide de ti la razón y que un desesperado grito te acompañe en cada segundo golpeándote el alma a hachazos, clavándote sus afiladas uñas permanentemente, sin cesar, arrancándote cada latido y poner en su lugar un atroz sufrimiento, un mar de lágrimas continuas que abrasan tu cuerpo hasta corroerlo por dentro sin alcanzar a llorar en realidad.
No hay momento que no recuerde a mi padre, lo extraño mucho, a pesar de todo me hace mucha falta.
Ya no hay discursos solemnes , solo hay silencio y vació, y me duele, y me siento triste y solo quiero gritar ¡Papá te extraño!, no sabes la falta que me haces , ayúdame ha no sentir esta soledad que me aprisiona el pecho, dame fuerzas porque me muero por dentro.
Y aquí estoy hoy, solo, sin saber muy bien como afrontar las cosas, sin saber muy bien que hacer, como actuar, como despojarme de este tremendo dolor, como volver a mi vida.
Y he de confesar algo tal vez insólito, y es que en estos momentos tan tristes y dolorosos deseé tener a Bea a mi lado, abrazándome, reconfortándome, prestándome su hombro, animándome a seguir adelante, queriéndome. Hay veces que el corazón se niega a desterrar los verdaderos sentimientos, los que escondemos.
Y cuando sucedió, cuando me acunó entre sus brazos, prisionero de mil caricias, cuando me miró fijamente diciéndome que ella estaba allí para lo que necesitara, recordé porque sigue latiendo mi corazón. Su calor , su dulzura, su calidez, ese aroma suyo, el único que me alivia, que me estremece, que me recompone. Desee que ese momento fuera eterno y que no existiera nada más en el mundo.
Mi vida últimamente se ha teñido de color negro, pero no puedo evitar quererla. Estoy encarcelado en mi propio amor, estoy encarcelado a sus manos, y en el deseo que me inspiran sus labios, recluido en el placer que sus brazos infundieron en mi cuerpo. Estoy prisionero por haber cometido el terrible delito de amarla, de quererla con la pasión del infierno, y con el frío de una tormenta. Prisionero por anhelarla con el entusiasmo del primer amor, con la inocencia de un niño, y con la madurez que me trae el paso del tiempo sin haberla tenido.
Bea, estoy condenado de por vida a desearte, por hacerlo con la fuerza de una tempestad, con la furia de un tornado o con la suavidad con la que la brisa roza los campos en primavera. Y he deseado escapar de todo, intentar olvidarlo todo y dormirme para siempre en los brazos del maldito tiempo durante tu ausencia. Vivir en la penumbra de tus ojos, ya que a la luz de ellos no podía. Vivir en el crepúsculo de tus manos ya que no podía habitar en ellas. Vivir alimentando una esperanza que no existía, por seguir creyendo que me querías, o tal vez que me quieras todavía, y seguir soñando mi vida a tu lado. Esta cárcel que me cala los huesos, que me hunde en la miseria de la tristeza, y que me arroja a la locura calamitosa. Y todo por amarte. Todo por convertir mi día en tu noche, por convertir mi engaño en amor, mi amor en olvido y tu recuerdo en realidad. Todo por desear tocar el cielo con mis manos, por soñar cada noche contigo, todo por intentar rozar con el ardor de mis labios, los tuyos, por intentar llenar de ansia tu espíritu, y solo, tan solo, por quererte.
Y hoy que has vuelto a mi vida, que has vuelto a abrazarme , con el cuerpo, con el alma, yo otra vez recuerdo que quiero. Quiero estar tan cerca de ti que tu aliento pueda atravesarme, quiero dormir a tu lado, estar tan juntos que tu voz se grabe en mis pensamientos, que tu ansiedad se pierda en mi calma, que tus silencios se escuchen en mis oídos. Quiero romper el dolor por la perdida, y arrojarlo al abismo del olvido, allí donde me perdí al desear todo esto. Allí donde están tus besos ya olvidados, donde están tus recuerdos, allí, donde se perdió tu voz, tu rostro, donde me quedaré a vivir hasta que decidas aceptarme en tu corazón.
Y ahora, después de tenerte tan cerca de mi de nuevo, miraré al sol con la única esperanza de encontrarte en él. Pasearé por el cielo cada vez que me mires, y visitaré a mi querida dama de negro. Cuando al llegar la noche, la luna me recuerde que mi vida se está apagando , y no consigo estar a tu lado, que ha pasado otro día más y aún te deseo, que mis oportunidades se esfuman y nada puedo hacer por evitarlo, entonces recordaré la sonrisa que hoy me has dedicado, tus halagos, tu dulzura, tu alma rozando la mía. Soñaré que mañana el sol será diferente, porque la felicidad de nuestros ojos lo iluminan y sonreirá al saber que tú por fin me amas, al saber que ya eres mía, al saber que mi única misión en el mundo se cumplió. Porque no habrá nadie que me impida llevar a cabo la misión por la que nací, y por la que moriré, la única misión que aún me mantiene con vida, la única misión que aún me retiene aquí: Amarte.
Y así ando, entre sentimientos enfrentados, batallando contra el dolor y la tristeza, la desolación y el desgarro, entre el querer morirme yo y no entender nada, no entender como lograré sobrevivir a la muerte de mi padre, o como seguiré adelante en mi vida sin él, sin ella.
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